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Foto del escritorJuan Rey Lucas

Interpol / Álbum Remix

Actualizado: 9 feb 2021

“La música electrónica no es lo opuesto a la calidez humana, es exactamente lo mismo”


Bill Laswell


“Deberíamos considerar como días perdidos aquellos días en los que hayamos bailado al menos una vez”


Friedrich Nietzsche



Podríamos hablar de esta banda desde cualquiera de sus estupendos discos (el “Turn of the light”, el “Antics”, el” Our love to Admire”, o el “Interpol”). Pero para ser más raros (¡ja!) y precisos. Nos enfocaremos en un disco que apenas colinda los cuatro tracks de la banda. Son rolas ya salidas de sus acetatos, pero con la peculiaridad melómana de que son mezclas: reajustes que se dan los dj´s (no se podría decir que mejorarlas): re-organizarlas, des-virtualizarlas en otros continentes de lo melódico: en este caso la electrónica. Toman otros aires para caer en los sentidos más viscerales, con más soberbia, con más agregado. Es un condimento de usos y abusos de los mismos ritmos que poseen las canciones en sí. Pero es para crear una des-organización vital. Se recurre a elementos de cajas de ritmo, reiteraciones, ecos, silencios, etc., para que la música vaya animosa, más delirante. La primera de ellas es la natosa “Narc” (atribuible al líder de la banda): no sólo el inicio de guitarra nos toma por sorpresa: todo el movimiento acústico de la misma, tanto sus sonidos que emana como el chirrido de esta; pero siendo un acto moroso. La rola oscila penumbrosa, desoladora, aislada, desterrada del mundo (así lo expresa ella también: She found a lonely sound / She keeps on waiting for time out there).


Viene la titánica “Not even jail”. De por sí su ritmo raudo le proporciona celeridad. Pero ahora –diseñada por Daniel Kessler- es un crescendo que jamás dejará de hincharse. Como cohete espacial-musical que ya sólo busca su libertad en la explosión. Con ese pequeño estribillo que proclama en todo momento la cavernosa voz de Banks: el “I´ll say it now” como revelación existencial. La canción nunca deja de golpear, de patear, de atestar. Proseguimos con la elegante, acompasada, y gomosa “Length of love” (re-operada por Sam Fogarino). Constantemente simétrica, como su sibarita frase “Combat salacious removal”. Se maneja dentro de un límite, en contraste con la anterior rola del CD. Aunque no sabremos si podríamos darle la etiqueta de limitado a una de las rolas interpolianas. No obstante, con ella y la siguiente son las más extensas del disco. Se culminaría con una clásica de la banda: “Public Pervert” (retocada por Carlos D). Aquí los sintetizadores cobran su estilo propio; como la leve distorsión de la voz de Paul, se pueden respiras permeabilidades depechmodeanas. Pero que no le quita merito, sino al contrario le otorga la admiración que lleva el darle nueva vida a una rola que ya tiene su valor propio en la discografía de la banda, pero que ahora se traslada por vertientes más dieléctricas. Atosigando implacable con su narcótico estribillo: “So swoon baby starry nigths / May our bodies remains”. El disco dura menos de treinta minutos. Pero valor –como siempre- no tiene que verse en la cantidad, sino en la cualificación de la banda que da a sus cuasi-nuevas rolas. Ahora, descodificándolas de su gestación original para hacerles trasplantes sonoros, prótesis polifónicas. Una hermosa ortopedia rítmica para combatir el hábito de la misma canción. Tanto hecho como un lujo y como un deseo, con cualesquiera de sus opciones es más que válido para que la agrupación de Manhattan sea aprobada por su osadía y temeridad de ofrecer sus tonadas al mundo con otra fisonomía sonora.






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