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Foto del escritorJuan Rey Lucas

Víspera de Carnaval de La Mosca Tse-tsé

Sólo por escuchar los trombones de Dios, tú corazón bate al ritmo de la sangre, tú sangre”

Léopold Sédar Senghor



Oriundos de uno de los países con tales singularidades de altibajos como frondosidad en sus procesos históricos por los que es atravesado. Desde Buenos Aires una banda que explota alegría, demencia, energía y danza de todos ritmos para que la humanidad persista e insista en su andar por el tiempo.


Y qué mejor que nutrir a la existencia con ska, latín, cumbia, rock alternativo, e incluso tango. La ferocidad de la manada díptera de la Mosca Tse-tsé. Nos pondremos a dar una divertida travesía por el último disco del siglo pasado: el eufórico y entusiasta “Vísperas de Carnaval”. Iniciamos la intravenosa del alboroto, el bullicio y gran animo con la carnestolenda “Yo te quiero dar”. Continua la rítmicamente disgregada “Baila para mí”. Aquí se manifiesta un clásico de la cultura latinoamericana: la bellamente optimista, y nostálgicamente tierna “Para no verte más”. Después aparece la exquisitez, la calidad de un nivel de rock latino pocas veces creado en el continente: la maravillosamente desgarrada y entristecida “El demonio (está en esa mujer)”: la obsesión que se transforma en compulsión por ver todos los males achacados en el fetiche de la mujer amada, al no poder ser vencida. Regresamos con el buen ska con la atribulada -de nuevo por la mujer desvergonzada- “Gira el ventilador”.





Aparece la cumbianchera y cariacontecida “Cha cha cha”. Retornamos al bien pulido ritmo latino con la sopesada y acompasada “Sobre iluminados e iluminadores”. El desparpajo prosigue con la rola que aconseja no caer en las redes de las conquistas con la avizora “No te enamores de mí”. Emerge la onomatopeya balada, con sus dejos literarios por la condenación de los designios en las historias siempre acaecidas en los finales no gratos: la afligida “Del otro lado de los cuentos”. Se irrumpe con la descorazonada y suplicante “No dejare”, siendo la completa perdida del amor propio. Otro lengüetazo de animación, soltura y desmadre: la ola se abalanza con la solidaridad de los compañeros en la vida sobre el buque, las amistades y la cofradía al amparo de las relaciones fallidas: la navegante y atlántica “Marineros”.


La simpatía y hermosa observación sobre el amanecer de la pareja, y el ansia de que permanezca su fisonomía pernoctada: la acaramelada “No te despiertes mi amor”. Continua el desamparo, con la desvalida “Magali”. Y se sigue con la trágicamente desolada “Sin Carnaval”. Termínanos con una rola de exactamente cincuenta y cinco segundos. Contradictoria en extensión, pero repleta en su cualidad por el amor, la adoración, y el sueño que se pierde pero que en el tiempo se insiste: la perdurable, sempiterna y lacónica “Canción escondida”. La Mosca tse-tsé tiene la peculiaridad de dar siempre nuevos bríos a su país al continente americano tras los golpes bajos del capitalismo, el neoliberalismo, las dictaduras, y los golpes de estado. Una banda que repara el dolor con el ritmo de un cariño inspirado en la mujer cínica, las adversidades, las vicisitudes, los dilemas, etc. Para restaurarnos la Mosca levanta la mano y nos exige con su música vencer los males de la especie humana.


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